Os traslado este cuento que escribí con ánimo de contar mi vida de alguna manera.
Necesito expresarme y si doy luz, mejor.
ALGO NUEVO ESTÁ BROTANDO
Jomapees
Había una vez un niño que
nació en 1953 en un pueblo castellano de
labradores. A este niño le bautizaron a la semana de nacer y le ponen por
nombre José María Manuel. La madre quiere que todos sus hijos tengan el nombre
de María para que sientan siempre una especial protección de la Virgen.
Eran tiempos difíciles
de después de la guerra civil. Ya habían
pasado 13 años de postguerra y en las zonas rurales vivían apañándose con lo
que producían.
Sus padres trabajaban duro para conseguir el
pan y la educación de sus hijos. Tenían
muchas dificultades para salir adelante, pero no perdían la confianza en Dios.
Las relaciones con sus compañeros son de amistad
entre el grupo de iguales, aunque en la escuela los más mayores agreden
y se aprovechan de los pequeños y más tímidos. Alguna vez no acude a la clase y
prefiere ir a buscar nidos al campo con otros compañeros.
A los 12 años deja su casa y
su pueblo y se va a un seminario franciscano a Cantabria. Abre los ojos como
platos ante el espectáculo del mar. Es la primera vez que sale de su pueblo.
Allí se encuentra con
treinta compañeros de distintas provincias de la mitad norte de España y
comienza una convivencia que le abre
unos horizontes muy amplios.
Hay pocos momentos inactivos. Tienen tiempo
para estudiar, tiempo para los rezos, tiempo para dar largos paseos por el campo contemplando
ese paisaje salvaje de prados y montañas.
Parecen un rebañito de cabritillas.
Por las noches echa en falta
a sus padres, pero con el tiempo, se acostumbra y lo encaja. Como tiene poca formación tiene
que repetir curso y para él es toda una crisis que acaba aceptando y lo
compensa porque, al ser veterano durante el segundo año, destaca entre los
nuevos compañeros que llegan ese nuevo curso.
Superado ese curso, tiene
que ir a otro seminario situado en una localidad de Jaén donde va superando los
cursos, enriqueciendo su vida con la convivencia de seis nuevos niveles de jóvenes que son
seminaristas y otros tantos, que son estudiantes externos de esa localidad
llena de olivos.
Hay tiempo para jugar todos
los deportes, estudiar, rezar, ser guiados
y acompañados por sus educadores. Allí va aprendiendo a valorar a todos como
hermanos.
Su vida va madurando en un
ambiente enriquecedor, aunque le falta la cercanía de la familia y su afecto
palpable. Él vivió cultivado en este
ambiente de seminario 10 años. No fue
llamado a ser religioso franciscano, pero sí a vivir su estilo y sigue soñando con un mundo
más hermanado.
Vive en un barrio obrero
y ve con ojos nuevos que están
brotando brotes nuevos que anuncian otro
modo de actuar sin excluir a nadie.
Hay
muchas pequeñas acciones que están ocurriendo. Entre sus vecinos van creciendo
las ganas de conocer la naturaleza que les rodea, de cultivar huertos
urbanos, de plantar en su terraza hortalizas, de cuidar en los centros
escolares huertos ecológicos.
De
preocuparse de los vecinos que están solos, de cuidar de los que no tienen
ingresos para satisfacer sus necesidades básicas.
Hay
asociaciones que trabajan ayudando a colectivos
de personas que sufren la exclusión por no tener trabajo o no tener papeles.
A
él le sale espontáneamente usar la
bici siempre que en sus desplazamientos
va solo. No tiene prisa por llegar. Así se fortalece y gasta energías sin tener
que ir a un gimnasio.
Es consciente de que cada vez mira con ojos
nuevos a todo lo que le rodea. No juzga a nadie, sino que mira cómo puede ser
una ayuda para ellos. Está agradecido de lo que tiene y está dispuesto a
compartirlo con los que no tienen.
Contempla la naturaleza que le rodea con
alegría: todos los jardines públicos los vive como suyos. A los pájaros, los paisajes, las hierbas, los siente
como seres que están siempre cantando
al Creador la alegría de vivir y se la contagian. Sabe que son reflejos del
Creador. Por eso las cuida y las mima
tanto.
Se
ducha con agua fría. Sabe que es saludable para él y para el planeta Tierra. Es
para él como una prevención contra enfriamientos y le despierta por las mañanas.
Todos los tetrabriks que se consumen en su
casa acaban siendo bandejas, macetas,
protectores de arbolitos recién trasplantados.
Se da cuenta de lo importante que es consumir
productos de cercanía en el pequeño comercio y en mercado social y solidario.
Sabe
que estos gestos suyos son como una
levadura que va fermentando muy
despacio a otros que viven cerca de él.
Lo
más importante es que está dejándose transformar por la mirada de Jesús y, de
esa manera, hacer un camino con Él y con
su Comunidad, que transforme sus relaciones con
todos y, así construir otro mundo posible en el que están brotando gestos de cuidar nuestra casa y nuestro futuro común, sin excluir a nadie. Es el sueño que Dios tiene y nos pide que lo vayamos construyendo ya.